#Parque de María Audena

¿Cómo se han diseñado los espacios libres y ciudadanos de esta estandarización extrema?

El parque urbano de la ciudad moderna ha sido siempre un contrapunto emocional y a la vez una representación desde lo urbano del imaginario de la naturaleza.  En este caso ¿cómo puede ser el parque de una ciudad que representa la perversión de lo urbano?

El parque de María Adueña en Seseña responde sin corregirla a la estandarización del modelo al que sirve. Su diseño es del todo previsible, un inventario de todos los tópicos del parque urbano burgués. Recorremos la avenida axial, el prado de césped, la glorieta, el estaque navegable (en una ciudad sin agua). Observamos los pavimentos pétreos y las farolas dieciochescas. Sin embargo no estamos en el París de Alphand y Haussmann, sino en el  páramo de la provincia de Toledo. Paisaje de sequedad extrema en verano y azotado por ventiscas heladas el resto del año.

Este paisaje participa, sin contradicciones, de un imaginario natural sin ojos para ver el lugar que se habita. Librado a un ensueño de postal, sólo puede conectarse con un reflejo lejano y neutralizado de la naturaleza.

Entre propietarios de perros con correa, nos reunimos junto a un olivo y buscamos en nuestro libro el pasaje más idóneo para este lugar. El fuerte viento nos azota y se lleva nuestras palabras mientras leemos:

No hay afuera de la financiarización. El proceso de financiarización es el resultado, en última instancia, de las contradicciones irresueltas del desarrollo capitalista, sometido a una permanente crisis de rentabilidad industrial y subordinado a la incapacidad de desplegarse de forma viable en el horizonte de la terciarización y de la producción cognitiva. Las consecuencias de este proceso son ambivalentes. Reflejan la extrema socialización de las condiciones de producción real. De hecho, buena parte de la producción social del conjunto del planeta se intercambia hoy bajo la forma de títulos financieros. Y esto mismo, que podríamos denominar finaciarización de la riqueza social, lo que hace posible que una parte creciente del producto social sea capturado por las élites capitalistas.

Pero si admitimos que al menos una zona significativa de la riqueza se traduce y se negocia en forma de títulos financieros resulta posible pensar en formas de ataque sobre los mercados financieros y los movimientos de capitales que devuelvan al cuerpo social aquello de lo que ha sido despojado. En otras palabras, la riqueza social abstraída de sus condiciones de producción concretas se manifiesta como capital financiero, y esto abre también la posibilidad de una radical exigencia de distribución. Por consiguiente, que los efectos de la financiarización hayan venido asignados hasta ahora por el endeudamiento, la pérdida de autonomía, la expropiación de lo común, la individuación del ingreso, etc., no significa que estos mismos mecanismos abstractos puedan convertirse en otra cosa. Esa otra cosa es una distribución democrática de la riqueza: una renta básica financiada a través de la imposición fiscal a los movimientos de capital, o la construcción de sistemas de mutualismo capaces de crear nuevas instituciones políticas que redirijan los flujos de capital hacia el cuerpo social.

Fin de ciclo. Financiarización, territorio y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano (1959-2010). Isidro López y Emmanuel Rodríguez (Observatorio Metropolitano). Traficantes de sueños. Madrid, abril 2010